“Por intentarlo, no pierdo nada…”
He oído demasiadas veces esa frase, e incluso saliendo de mi boca. Cuando nos presentamos a un examen de oposición, damos por hecho que una parte de ese examen, es suerte. Sí, es cierto que la suerte influye. Lo triste es que aún llevando todos los temas debes tener suerte. Suerte en que ese día el tribunal esté receptivo, que le caigas en gracia. Suerte en que te pongas nervioso pero sea tu día, te salga un tema repasado de hace poco o sepas surfearlo. Suerte en no ponerte malo o no tener ningún contratiempo.
La clave de esa suerte es que no la controlas. Y lo vuelvo a repetir, NO LA CONTROLAS.
Lo único que controlas es el estudio que has hecho, el trabajo y horas invertidas, los exámenes o prácticos hechos y el conocimiento o aprendizaje que has adquirido.
Aquí no vale; ¿Y si cae la breva? ¿Y si me toca la bola? ¿Y si tengo suerte?
No vas a echar la lotería. Si realmente vas en ese plan es porque no has invertido esfuerzo, no ha sido tu prioridad, no te has sacrificado y no tienes sentimiento de jugarte demasiadas cosas en ese examen. Y la verdad, es que tienes la mayor probabilidad de suspender. No diré que sea imposible, pero tu porcentaje en aprobar disminuye.
Una oposición no es un examen de facultad, ni un test para sacar el carnet de conducir ni un parcial en un máster. Si fuese tan fácil todo el mundo aprobaría.
Aquí es: todo o nada. No hay “intentar”.
O estudias o lo dejas. Las medias tintas no funcionan. O das el 100% o lo dejas.
Así de simple, y así de claro.
Cuánto antes lo entiendas, mejor, sino, sigue contándote milongas.